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Lecciones de la resurrección: Cegado por las lágrimas

Larissa Tenorio Gessner
April 1, 2018

El sábado después de la crucifixión, ¿te haz preguntado alguna vez cómo fue ese sábado?  ¿cómo se sintieron los discípulos de confundidos, tristes, agotados y atribulados? Quizás los servicios de la iglesia se cancelaron por ese fin de semana... quizás realizaron todo por inercia, tratando de animarse con la presencia de los otros...

 

Lucas solo dice: «Y vueltas,... descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.»

 

“ Para los entristecidos discípulos ése fué un sábado que nunca olvidarían, y también lo fué para los sacerdotes, los príncipes, los escribas y el pueblo.” El deseado de todas las gentes¸pág. 719.

 

El Espíritu de Profecía dice que "un sentimiento de extrañeza lo compenetraba todo." (Ibid.). La muerte de Cristo dejó una impresión profunda en los corazones de muchos, ya que buscaron en conocerle más; y otros que no sabían sobre su muerte, querían llevar a sus parientes enfermos a él para que los sanara. Pero Cristo ya no estaba entre ellos... ¡Qué Sábado más extraño!

 

Los discípulos dolientes habían sepultado a su Salvador, pero no tuvieron tiempo para ungir su cuerpo antes del sábado. Así que, temprano el domingo por la mañana, luego que esperaron que las horas del sábado pasaran, tomaron las especias a la tumba donde habían dejado el cuerpo de Jesús.

 

María Magdalena, la primera que llegó a la tumba, fue también la primera en ver que esta estaba vacía. Descorazonada, corrió a informar a los discípulos. Mientras tanto que otras mujeres llegaron y recibieron las buenas nuevas de la resurrección de Cristo, y fueron a pregonar las buenas nuevas, María, ahora con Pedro y Juan, llegaron a la tumba que estaba vacía. Los discípulos también se fueron, pero María se quedó triste y llorando.

«‘Estando de pie y llorando, escuchó una voz que le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras?" ¿A quién buscas? No podía ver por las lágrimas que no reconoció quién era el que le hablaba. Pensó que sería el jardinero y le pidió suplicante: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré." María pensó que si la tumba del hombre rico se consideraba un lugar tan honorable para su Señor, ella también podría darle un lugar. Pero, ¡fue ahora la voz de Cristo la que escuchó! Él dijo: «¡María!’» Secó rápidamente su lágrimas y contempló al Salvador,’» (La historia de Jesús, pág. 160 en inglés).

 ¿Alguna vez las lágrimas te han enceguecido que no pudiste reconocer la voz de Jesús? ¿Haz sufrido tanto dolor que no pudiste sentir que él estaba cerca de ti?

 

"¿Por qué lloras?" Su pregunta nos resuena ahora...  A tu Salvador, el que murió en la cruz por ti, le importan tus penas. Llévalas a él y comparte lo que te pesa en tu vida.

"No lloréis como los que están sin esperanza ni ayuda". Jesús vive, y porque vive, viviremos también. Brote de los corazones agradecidos y de los labios tocados por el fuego santo el alegre canto: ¡Cristo ha resucitado! Vive para interceder por nosotros. Aceptad esta esperanza, y dará firmeza al alma como un ancla segura y probada. Creed y veréis la gloria de Dios." (El deseado de todas las gentes, p. 794).

 

Ora para tener fuerza para que la oscuridad temporal de este mundo no se interponga entre tú y Cristo. Nuestros más grandes temores, luchas y tristezas, inclusive la muerte, no pueden separarnos de él (Romans 8:35-39).  

 

¡Él está con nosotros! ¡Él está contigo! Seca esas lágrimas; cree, y lo verás.